Novelario para principiantes: construye tu propia novela.

VIERNES LITERARIOS Y FILOSÓFICOS EN LA BIBLIOTECA CENTRAL

 

Si ya estás cansado de escribir cuentos… Si ya escribes cuentos, pero crees  que estás listo para empezar a novelar… O simplemente quieres saber cómo se construye una novela. Te invitamos a participar en el taller:

 

“Novelario Para Principiantes: construye tu primera novela”

 

Que se llevará a cabo todos los viernes del mes de Marzo, de 17 a 19 hrs en la Biblioteca Juvenil de la Biblioteca Central Universitaria.

 

Construcción de escenas y personajes –los diálogos – los secretos del narrador – introducción al guión cinematográfico – investigación filosófica  en la producción de historias.

 

Participa en el segundo taller filosófico-literario de tu universidad. Te brindaremos herramientas para que te decidas de una vez por todas a escribir tu primera novela.

Abierto al público en general.

Requisitos: Ser mayor de doce años, una libreta, y un lápiz para morder.

 

 

Más informes al correo:

arturocerdan@gmail.com

 

O directamente en:

Biblioteca Central Universitaria

Dirección: Av.de las Torres y Boulevard Valsequillo

72000 Puebla de Zaragoza. México.

Tel: 229-55-00 Ext: 2933

 

Correo electrónico: bibliotecas@correo.buap.mx

http://www.bibliotecas.buap.mx

 

 

AMOR PROPIO – ENTRIQUE SERNA

 

-Enrique Serna-

A Mauricio Peña

cuando Gertrudis el mesero me dijo que Marina Olguín la verdadera Marina Olguín acababa de llegar al Marabunta Club acompañada de dos caballeros pensé que Carlos y Luciano habían inventado el cuento de la sorpresa para convencerme de ir al tugurio donde presentaban el show de vestidas pero antes de salir a escena eché un vistazo por la rendija de bastidores y al descubrir que Gertrudis no mentía las piernas me temblaron de miedo a que Marina hubiera venido a burlarse de mí pues traía puesto el mismo vestido que yo usaba en el número y ellos sabían que despertar mi curiosidad era la única forma de hacerme salir del hotel donde la depresión me había enclaustrado desde que llegamos a Veracruz para grabar esta mugrosa telenovela pero a pesar de mi recelo acepté la invitación y actué confiada en que mi trabajo la sorprendería tal y como sucedió cuando llegamos al cabaretucho y me vi retratada en la marquesina con el vestido rosa que yo había cosido esmerándome por copiar con exactitud las lentejuelas doradas de los hombros el encaje de florecitas que subía de la cintura al escote formando una V la falda muy entallada para lucir las soberbias nalgas que hicieron de Marina un símbolo sexual y fueron mi mayor dificultad al montar el número porque soy más plana que un disco y me costó sangre conseguir estas almohadillas italianas que convierten el culo más seco en una maravilla dije con los ojos a Marina Olguín mi divina doble mientras daba un sorbo largo al whisky cortesía de la casa que se honraba de tenerme hipnotizada oyendo la vocecita ronca y monocorde que mi director artístico jamás ha podido educar en labios de un travesti mucho mejor dotado que yo para el canto.

Nuestro amor es lo más bello del mundo nuestro amor es lo más grande y profundo

Esa noche forcé al máximo las cuerdas vocales para evitar que los aullidos de Roberto deslucieran la imitación que había preparado durante meses observando todos sus gestos corporales y faciales el incesante parpadeo deflapper la genuflexión coqueta el asedio bucal del micrófono que sugería un apetito insano todas esas muecas que me hacen sentir ridícula cuando estudio los videos de mis actuaciones ahora tenían una elegante naturalidad como si el personaje que en el fondo soy la materia despersonalizada en que me han convertido cobrara de pronto una vida más plena que la mía bravo grité fascinada por el espectáculo de ser alguien y le arrojé o me arrojé un clavel que atrapó en el aire con una destreza que me hizo recordar las proezas de Roberto el beisbolista su retiro de los diamantes por culpa del jardinero izquierdo el catcher y el short stop que me dieron pira en un terreno baldío atrapé el lanzamiento de Marina Olguín y besé el clavel antes de colocármelo entre los rizos de la peluca rubia en un desplante que arrancó aplausos a la clientela del Marabunta Club, ebria con el milagro de ver juntas a las dos Marinas original y réplica enamoradas de su semejanza era tan seductora que al terminar la canción Marina y yo habíamos establecido una especie de intimidad un pacto de amor sellado por el beso de nuestras bocas unidas a través del clavel dígale que venga pedí tiene que sentarse a tomar una copa,¿conmigo? sí contigo dijo Gertrudis y me quedé petrificada en el camerino dudando si debería presentarme vestida de Marina o disfrazada de Roberto ante la mujer que más admiraba en el mundo y había copiado no sólo en su apariencia física sino en la vida interior que Marina dejaba traslucir en sus entrevistas memorizadas por Roberto en noches de insomne identificación con ella no se metan advertí a Luciano y a Carlos que festejaban con risas de hiena un chiste del que sólo pude oír la palabra Narciso porque mi atención estaba concentrada en la mujer que se abría paso entre las mesas atestadas de borrachos eludiendo pellizcos y rechazando invitaciones hasta llegar junto a mí para tenderme la mano que las barreras del espejo y del sueño me habían prohibido estrechar buenas noches me dijeron que usted quería platicar conmigo dije siéntate Marina dije y me quise morir de orgullo al notar que su mano raspaba y la mía era tersa mucho más femenina que la suya tráigale lo mismo que a mí ordené al mesero y fui presentada con sus dos acompañantes Luciano Ríos escenógrafo de teatro y televisión; encantada Carlos Segovia el diseñador del vestido que traemos puesto mucho gusto a primera vista me di cuenta de que los dos eran jotos felicidades nos dejaste con el ojo cuadrado dijo Luciano esta mujer quedó encantada con tu imitación ¿verdad Marina? yo asentí di las gracias tartamuda de vergüenza muerta de rabia porque Luciano estaba echando todo a perder con esos comentarios distanciadores elogios que viniendo de personas tan importantes en el medio artístico significaban una consagración un aterrizaje un triunfo atroz en la realidad cómo te llamas le preguntó el imbécil de Carlos yo sólo pude articular dos sílabas de mi nombre masculino pues ella me interrumpió furiosa qué te importa cómo se llama dije porque la verdad no me importaba detrás de los velos siempre hay una decepción o una vulgaridad y yo quería dejar enterrado todo lo que no fuera Marina Olguín vamos a brindar por el gusto de habernos conocido propuso y al levantar el vaso derramé unas gotas de whisky ella se apresuró a limpiar el mantel con una servilleta y en ese momento apreté delicadamente mis dedos fue una caricia inocente cachonda que me dio aplomo para responder la pregunta de Carlos quien no había entendido mi juego y la obligó a revelar que hace nueve años me inicié como travésti en el carnaval de Veracruz luciendo un vestido de Angélica María que causó sensación y luego seguí cantando en bailes hasta que unos amigos me dijeron oigan por qué no se van a ligar con los chichifos de la barra y nos dejan platicar a solas sugirió ella dulcemente ríspida Carlos y Luciano se levantaron de la mesa indignados sudé frío pensé que había cometido un error quise disculparme y correr a mi camerino porque una extraña chusca miserable como yo no tenía derecho a sembrar discordia entre Marina y sus amistades qué pena con tus amigos murmuré yo le dije que no se preocupara que así me llevaba con ellos y pidió a Gertrudis otra ronda de tragos todavía no me acabo el mío protesté pues acábatelo de Hidalgo le dije y entonces me hizo conversación sobre nuestros vestidos yo me lo puse por casualidad fue lo primero que encontré hoy al abrir el closet en cambio yo había visto el programa donde canté Nuestro Amor por primera vez y corrí a comprar cinco metros de lino para hacerme uno pero si no es de lino es de algodón toca rió reí reímos de cómo engañaban las cámaras de televisión ella me sorprendí de lo bonito que me había quedado el encaje y se inclinó fingiendo que la oscuridad no me dejaba distinguir las flores para rozar con los labios sus senos rellenos de un hule más natural que mi piel sintió un rechazo instintivo y brindé nuevamente con tal de sacudirme su boca del pecho por el éxito de tu nueva telenovela por esa mierda no quiero brindar mejor por tu belleza Marina salud hermana salud apuró la copa de dos tragos y pidió más y más whisky al mesero que iba y venía de la barra a la mesa meneando las nalgas apenas ocultas por una minifalda mientras ella se convertía bajo el efecto del trago en una tigresa locuaz que descuartizaba a sus compañeros de trabajo David Rivadeneira tenía halitosis era un tormento besarlo en las escenas de amor Gabriela Ruán se acostaba con los técnicos la primera actriz Gilda Gálvez no sabía escuchar el apuntador electrónico dije pestes de todo el mundo fue perdiendo la figura la educación la vergüenza la brújula y de pronto se puso a llorar tapándome la cara con las manos qué tienes Marina por qué lloras entre sollozos me contó sus pleitos con Rebeca Bulnes la estrella de La mujer marcada una perra que se acostó con el productor para quitarme el primer crédito comprendí que había bebido para desahogarse y quise consolarla con palabras de aliento no sufras mujer una doña nadie no te puede quitar el sitio que has conquistado a base de trabajo y estudio dije y aunque su ingenuidad me hizo reír por dentro aproveché su compasión para estrecharla en mis brazos es que tú no sabes Marina tú no sabes cómo es de canalla la gente del medio y ciertamente yo nada sabía del firmamento artístico pero muchas veces en las cantinas había visto machos que se gustaban y tenían que beber hasta derramar lágrimas para besarse con la excusa de la emotividad y me horrorizaba que Marina empleara conmigo la misma táctica pues aun idolatrándola no podía tolerar su olor ambiguo de mujer hombre que oculta debajo de la falda un as de bastos ese olor de albañil emputecido boxeador con Chanel me derretía me desesperaba tenerla pegada como una sanguijuela y quizá la hubiera empujado si Carlos no aparece en la mesa como caído del cielo Luciano y yo nos vamos al Perro Salado vienes o te quedas dijo a nosotras llévanos al hotel dije Marina y una servidora vamos a intercambiar nuestros vestidos la sorpresa me quitó el habla ¿verdad que te gustaría cambiarlos? insistió sí claro pero nada de peros tú te vienes conmigo Carlos quiso pagar la cuenta y Samantha mi patrona le dijo que de ninguna manera pocas veces visitaban el Marabunta Club personas tan distinguidas como la señora salimos los cuatro los tres porque Marina y yo sumábamos una íbamos a serlo en la recámara tengo más whisky por si quieres tomarte la última no gracias yo entro a dejar el vestido y me voy a mi casa corriendo porque tengo un marido esperándome dije para imponerle respeto y disuadirla de intentar la seducción que leía en su mirada me mareaba como si a través de nuestros ojos una tercera mujer que no era ella ni yo se adentrara en el vacío de los reflejos interminables fueron para mí los minutos que tardamos en llegar al Hotel Emporio jamás hubiera creído que Marina la muchacha tierna y honesta de las telenovelas fuera capaz de fumar mota mientras acariciaba su pierna la mía nuestras piernas enlazadas a un cuerpo distenso por obra de la marihuana que rechacé negando con la cabeza restituida a su legítima dueña después de haberse hundido en la promiscuidad visual de pantallas fotografías anuncios luminosos manoseados por millones de ojos que no me veían a mí sino a través un error fue no aprovechar el semáforo de Avenida Díaz Mirón para bajarme del coche y huir de sus juegos obscenos que me transportaban a un paraíso donde la pareja se volvía una sublimación de la soledad y el amor no se fatigaba en la búsqueda de un compañero para el camino a Mocambo faltan como dos kilómetros mejor vuelvan por dónde veníamos luego dan vuelta en la gasolinera y por ahí salen derechito al Perro Salado dije a Luciano y a Carlos en la puerta del hotel Emporio mientras Marina se prendía de mi brazo como una niña malcriada y les gritaba lárguense putos a ver si encuentran una verga salada en el perro castrado el coche se alejó y yo me quedé aturdida en el malecón oyendo las carcajadas que bullían en mi garganta sin una causa precisa reía de amor a la noche o de júbilo por mi conquista o de la seriedad funeral con que mi otra cara me veía entrar al vestíbulo del hotel donde un viejo recepcionista nos reprobó con la mirada un momento usted no puede pasar con la señorita Olguín dijo señalando a la verdadera Marina1 bendito sea Dios pensé tú eres mi salvación anciano pero quinientos pesos una sonrisa y un autógrafo para la nieta del ruco solucionaron el problema de acostarme con ella no era sólo mi aversión a la vulva sino la certeza de que al prestarme a esa especie de masturbación me faltaría al respeto a mí misma me convertiría en una paradoja de carne y hueso me haría el amor cerrada en círculo como una serpiente se anudó en mis brazos cuando entramos a la recámara fue un ataque artero que arruinó mis planes de defensa qué es esto qué tienes le dije traté de zafarme clavándole los codos en las costillas apartó la cabeza para esquivar mis besos sus dentelladas de loba en brama espérate Marina me vas a romper el vestido pero ella no escuchaba sus ruegos y tuve que darme una bofetada que la excitó más aún Marina mi vida quiero que me hagas arder yo no soy Marina grité me llamo Roberto pero ella subí la voz tampoco yo soy Marina estúpida mi nombre verdadero es Anastasia Gutiérrez a Marina Olguín la inventó el director de Corazones sin destino Corazones sin rumbo corrigió ella te adoro sólo tú puedes conocer mi filmografía mejor que yo y volvió a la carga esta vez con tiernos manoseos ya basta no quiero hacer el amor contigo entiéndelo pero yo sabía muy bien que Marina era una puta y no iban a impresionarme sus desplantes de dignidad tras haberla visto fornicar con actores actrices empresarios presidentes generales abuelas no te vayas dijo y en un tono de irresistible sinceridad me prometió una actuación en canal 2 donde cantaríamos juntas después me presentaría con los Agrasánchez para que debutara en el cine íbamos a casarnos porque nada nos lo impedía somos hombre y mujer Marina una pareja perfectamente normal se abrió ante mí un porvenir fulgurante fui una ingenua la ambición me perdió creí en sus promesas y aprovechando ese titubeo la empujé sobre la cama nos enredamos los brazos y las piernas rompí los botones de su vestido creí que se desilusionaría cuando quedó al descubierto la prótesis de mis senos pero su perversidad no tenía límites me desgarró el brasier y besé mi plexus solar cuidadosamente rasurado canta me pidió canta te digo y su voz fue la rúbrica de nuestro amor es lo más bello del mundo nuestro amor era lo más grande y profundo porque trascendía la posesión superficial que sólo reafirma la separación de los cuerpos era la posesión total gestando una nueva persona yo tú ella dotada de senos testículos clítoris en la manzana de Adán cuatro dieciséis sesentaycuatro ojos mirándose mirar a la contorsionista que chupaba su propia verga subía en ella y se cabalgaba convertida en un monstruo bicéfalo canta Marina canta gemía mientras su inmunda zanja devoraba mi sexo vendido en aras del éxito profesional canta Marina canta mamacita padrote puta dame la encarnación.

Después de la tortura caímos en un sueño de plomo. Al día siguiente desperté con ganas de vomitar, como siempre que mezclo el alcohol con la marihuana. Desde la cama oí que Marina volvía el estómago pero como estaba demasiado cansada para ir a la grabación tuve que inhalar una raya de coca y fingirme dormida. Salió del baño bastante recuperada y fui a sacar ropa del closet. Entonces encontré a un naco pintarrajeado en mi cama y gritó lárgate de aquí o llamo a la policía pero qué tienes Marina lárgate pendejo. Vi mi peluca en el suelo y entonces deduje recordé el estúpido capricho de la noche anterior que al verme sin el disfraz se había desencantado. En mi desconcierto recogí por error el vestido de algodón y ese mismo día encargué otro a Carlos porque no estoy loca para usar el del mugroso joto que salió del cuarto a medio vestirse, atropellado por esa infame a la que maldije desde el elevador y no he vuelto a imitar desde entonces. Con el tiempo aprendí a despreciarla y ahora casi le tengo lástima, (porque una estrella no debe guardar rencor a segundonas y Roberto podrá ser vanidoso, voluble, tonto si ustedes quieren, pero nunca se ha dejado cegar por el amor propio.

COMO LA VIDA MISMA – ROSA MONTERO

COMO LA VIDA MISMA

por Rosa Montero

 

Las nueve menos cuarto de la mañana.  Semáforo en rojo, un rojo inconfundiblE. Las nueve menos trece, hoy no llego.  Embotellamiento de tráfico!  Doscientos mil coches junto al tuyo.  Tienes la mandíbula tan tensa que entre los dientes aún está el sabor del café de desayuno.  Miras al vecino.  Está intolerablemente cerca.  La chapa de su coche casi roza la tuya.  Verde.  Avanza, imbécil.  ¿Que hácen?  No arrancan.  No se mueven, los estúpidos.  Están paseando, con la inmensa urgencia que tú tienes.  Doscientos mil coches que salieron a pasear a la misma hora  solamente para fastidiarte.  ¡Rojjjjo!  ¡Rojo de Nuevo!  No es posible. Las nueve menos diez.  Hoy desde luego que no llego-o-o-o… El vecino te mira con odio.  Probablemente piensa que tú tienes la culpa de no haber pasado el semáforo (cuando es obvio que los culpables son los idiotas de delante).  Tienes una premonición de catástrofe y derrota.  Hoy no llego.  Por el espejo ves cómo se acerca un chico en una motocicleta, zigzagueando entre los coches.  Su facilidad te causa indignación, su libertad te irrita.  Mueves el coche unos centímetros hacia el del detrás.  Das un salto, casi arrancas.  De pronto ves que el semáforo sigue aún en rojo.  ¿Qué quieres, que salga con la luz roja, imbécil?  De pronto, la luz se pone verde y los de atrás pitan desesperadamente.  Con  todo ese ruido reaccionas, tomas el volante, al fin arrancas. Las nueve menos cinco.  Unos metros más allá la calle es mucho más estrecha; sólo cabrá un coche.  Miras al vecino con odio.  Aceleras.  Él también.  Comprendes de pronto que llegar antes que el otro es el objeto principal de tu existencia.  Avanzas unos centímetros.  Entonces, el otro coche te pasa victorioso.   Corre, corre, gritas, fingiendo gran desprecio. ¿adónde vas, idiota?  tanta prisa para adelantarme sólo un metro… Pero la derrota duele.  A lo lejos ves una figura negra, una vieja que cruza la calle lentamente.  Casi la atropellas.  “Cuidado, abuela”, gritas por la ventanilla; estas viejas son un peligro, un peligro.  Ya estás llegando a tu destino, y no hay posibilidades de aparcar.  De pronto descubres un par de metros libres un pedacito de ciudad sin coche; frenas, el corazón te late apresuradamente.  Los conductores  de detrás comienzan a tocar la bocina: no me muevo.  Tratas de estacionar, pero los vehículos que  te siguen no te lo permiten.  Tú miras con angustia el espacio libre.  De pronto, uno de los coches para  y espera a que tú aparques.  Tratas de retroceder, pero la calle es angosta y la cosa está difícil.  El vecino da marcha atrás para ayudarte, aunque casi no puede moverse porque los otros coches están demasiado cerca.  Al fin  aparcas.  Sales del coche, cierras la puerta.  Sientes una alegría infinita, una enorme gratitud hacia el anónimo vecino que se detuvo y te permitió aparcar.  Caminas rápidamente para alcanzar al generoso conductor, y darle las gracias.  Llegas a su coche; es un hombre de unos cincuenta años, de mirada melancólica. Muchas gracias, le dices en tono exaltado.  El otro se sobresalta, y te mira sorprendido.  Muchas gracias, nerviosamente “Pero, ¿qué quería usted?  ¡No podía pasar por encima de los coches.! No podia dar más marcha atrás.”  Tú no comprendes.  “Gracias, gracias” piensas.  Al fin murmuras:  “Le estoy dando las gracias de verdad, de verdad…”  El hombre se pasa la mano por la cara, y dice:  “Es que…este trafico, estos nervios…” Sigues tu camino, sorprendido, pensando con filosófica tristeza, con genuino asombro.  ¿Por qué es tan agresiva la gente?  ¡No lo entiendo!

EL TELESCOPIO DE ESCHER – OSCAR DE LA BORBOLLA

El telescopio de Escher

Oscar de la Borbolla

 

Hay una mujer que mira por un telescopio y un hombre que empieza un cuento; no se conocen y tal vez no exista la manera de reunirlos nunca, pues aunque los dos viven en México: ésta es una ciudad galimática donde los agentes de tránsito cambian constantemente el sentido de la circulación, donde las calles se interrumpan por los puestos de los vendedores ambulantes y las avenidas se bloquean por las diarias marchas de protesta: el espacio de México es discontinuo: hay plazas, barrios e inclusive secciones enteras de la ciudad que no están intercomunicadas. Los capitalinos sabemos y, por eso, es rara la vez que alguien se aventure más allá de su colonia o de los circuitos probados: quien lo intenta yerra, se extravía por arrabales peligrosos y, cuando tiene suerte, las mismas calles torcidas lo regresan a sus lugares de costumbre.

 

Ella se la pasa escrutando desde su balcón los edificios, revisando ventana por ventana el vecindario: posiblemente lo busca a él; pero él se encuentra en una habitación con las cortinas cerradas, escribiendo una historia que ella no leerá porque prefiere las historias vivas que mira con su telescopio: telenovelas stricto sensu, sketchs mudos, escenas apacibles en las que una familia merienda en la terraza, o cuadros tórridos de parejas que fornican con las ventanas abiertas de par en par.

 

Él se la imagina. Ha estado muy cerca de imaginarla puntualmente; pero no corre a la ventana para asomarse, porque no cree que ella exista más allá de sus palabras, ni que existan el balcón ni el telescopio: él ni siquiera está seguro de la posibilidad de un cuento en el que los protagonistas están condenados a no conocerse: cómo ligarlos?, con la infundada sospecha de que se buscan?, con la hipótesis generalísima de que cualquier persona necesita y espera a alguien? Pero, por qué deben ser precisamente ellos los que se faltan?, por qué no una mujer cualquiera como la que ahora toca el timbre del departamento del hombre que suspende la escritura y malhumorado avienta el bolígrafo para ir a abrir la puerta?

 

-No estabas? Te llamé por teléfono.

-Sí, lo siento, estaba trabajando.

-Pero sabías que te iba a hablar, no? Ni siquiera te has afeitado…

 

Él vuelve a disculparse, saca el traje gris del armario, cruza la habitación; ella escucha el agua de la regadera: Vamos a llegar tarde, dice frente a la mesa donde un bolígrafo abandonado ya no podrá escribir lo que iba a escribir, porque cuando él reanude la historia, luego de la fiesta para la que se está arreglando, no encontrará la frase que quedó pendiente, sino otra: una frase cualquiera que bien o mal se integrará al discurso; pero ya nunca la frase exacta con la que iba a hablar de la mujer del telescopio, la que él supone insustituible, porque también el texto es una ciudad galimática con avenidas que se interrumpen por la más ligera distracción, y en las que los personajes se pierden como él, que lejos de bolígrafo, ahora se pierde por las conversaciones de una fiesta a la que acaba de llegar.

 

 

Se nos hizo tarde: el tránsito estaba latosísimo, explica ella a los anfitriones y volviéndose a él agrega: Francisco, éstos son mis padres. Mucho gusto dice él y les tiende la mano. Genoveva nos ha platicado tanto de usted que ya queríamos conocerlo. Ojalá que pronto tengamos otra boda. Ay mamá!!, dice ella, todavía no es tiempo para pensar en esas cosas. Francisco sonríe y se deja conducir de presentación en presentación: Mis tíos. Mucho gusto. Mi hermana y su esposo. Muchas felicidades. Luego viene el brindis por los novios, el pastel, la foto de familia, el baile, otro brindis, más pastel, ya no gracias. No has probado el pastel, Francisco, no te diviertes? Sí, claro, responde y acepta el plato que le ofrecen. En ese momento, la mujer del telescopio se cuela por la ventana de la fiesta; acciona el close up y escudriña los rostros: unos ríen, otros gesticulan; algunas mujeres se repegan contra la corbata de sus compañeros de baile: parecen alegres; sólo hay un hombre de traje gris que delata con su postura cierto fastidio, el telescopio se detiene con él: está de espaldas, ella aguarda a que se gire; pero durante un largo rato él no se mueve.

 

A esas horas son ya pocas las ventanas con luz: están las de la fiesta, la del vecino insomne que lee hasta el amanecer y más allá, los cuartos del sanatorio que se van encendiendo y apagando de acuerdo con la ronda de las enfermeras nocturnas. Ella no puede quedarse ahí mirando las ventanas toda la noche, debe hacer algo más. Detrás de su balcón necesariamente habrá una sala o un dormitorio, alguien que la llame desde el dormitorio. Sin embargo, no hay nada o al menos no se sabe, pues Francisco, en vez de haber seguido trabajando en su casa, se fue a una fiesta y la historia del telescopio se halla detenida por más que ahora haga esfuerzos por imaginar qué hay detrás del balcón y cómo es el dormitorio.

 

-Estás muy distraído… si te aburres podemos irnos.

-No, estaba pensando.

-Tú siempre estás pensando…

 

Genoveva le reprocha su incapacidad para adaptarse a las situaciones que ella disfrutaba y yo, al escuchar sus quejas, comprendo que también la historia de Francisco está bloqueada, que hace falta cambiar de escenario cuanto antes e introducir algún pasaje que dé mayor tensión al relato:

 

Francisco regresa a su departamenro con la idea de tomar el bolígrafo para averiguar qué pasa con la mujer del telescopio; pero Genovevadesabotonarle la camisa. Él lanza una mirada de reojo a su mesa de trabajo y, sin afligirse por el nuevo aplazamiento, busca por la espalda de Genoveva un cierre que baja lentamente. Ella echa los hombros hacia adelante y el vestido escurre por sus brazos: las medias copas del brasier empujan unos senos voluminosos hacia arriba. Genoveva es joven tiene la piel blanca, los pezones redondos y los ojos cafés. Francisco la conoce desnuda y sabe que le gusta ser besada en los muslos, en las ingles y sobre el vello negro perfectamente depilado por el que se hunde el dedo de Francisco descubriéndola húmeda, porque Genoveva se pone jugosa en cuanto la acarician y Francisco la acaricia, la engancha con el dedo por la vagina y la hace caminar con las piernas abiertas adelantando el pubis despacio, muy despacio Francisco que así me gusta. No digas nada, recuéstate, sepárate, recíbeme. Genoveva se queda quieta. Francisco la penetra. Se miran como si estuvieran uno contra otro en un ascensor lleno, como si no supieran lo que sucede allá abajo entre sus sexos. Francisco empuja y ella cierra los ojos, entreable los labios, se aprieta. Francisco hace palanca hacia arriba, ella gime; vuelve a empujar y ella vuelve a gemir. Entre ellos no hay ningún laberinto, ninguna palabra, Genoveva es de carne y hueso, no hace falta describirla para que exista, para que se cuelgue con las piernas de la cintura del escritor y le saque por bombeo un chisguetazo de semen caliente que la hace venirse. Genoveva baja satisfecha las piernas y él se desploma hundido dentro de ella.

 

Genoveva duerme y Francisco tacha la frase con la que iba a continuar la historia de la mujer del telescopio: Es difícil escribir luego de hacer el amor, las palabras no aparecen donde deben, la sintaxis se me pone torpe; pero no tengo sueño y quiero descubrir qué pasa con esa mujer a la que llamaré Ana. No, Ana no, Ana es un nombre que provoca mil cacofonías: mejor que se llame Lourdes: Lourdes mira con su telescopio a los padres de Genoveva que despiden a los últimos invitados de la fiesta, cuando escucha la voz de un hombre que viene del dormitorio: Lourdes, hasta qué horas vas a estar en ese maldito balcón? Ya métete. Y Lourdes se mete: entra en su vida: una vida en la que resulta ser la esposa del hombre calvo que desde la cama le riñe por esa afición de estar todo el tiempo asomándose por un telescopio. Ella guarda silencio ante las protestas de su marido: No vives sola, carajo!!, has agarrado ese telescopio como un vicio. Estaba viendo una fiesta, responde ella, había unas parejas bailando. Y a mí qué me importa que haya fiestas? Necesito dormir, ya acuéstate. Pero Lourdes, igual que Francisco, no tiene sueño y, además, la idea de esa cama tibia en la que se le repegarán por la espalda, en la que le pasarán la mano por el estómago, en la que le meterán un falo ligeramente endurecido que se le vaciará a los dos minutos de ayuntarla, le causa repugnancia. Porque su esposo ha hecho del sexo un trámite para conciliar el sueño, un ejercisio en el que se masturba con ella para caer dormido, y ella siente que en ese cuarto a oscuras se perdieron sus mejores años, porque tiene 30, pero quisiera tener 20 y decirle a ese hombre que no, que de ninguna manera, que por ningún motivo. Pero no dice nada, porque no está segura de que exista alguna escapatoria y se sienta en la cama y se recuesta y se resigna y el esposo, tal cual, la toma por el vientre y así, de lado, la penetra y a los dos minutos se pone a roncar.

 

Francisco mira las palabras que acaba de escribir: Lourdes aparece en ellas con la lentitud de una imagen en un revelado fotográfico: poco a poco surgen la habitación y el esposo que duerme y la cara de Lourdes en la oscuridad y, más allá, el telescopio. Los elementos de la fotografía recuerdan a Francisco los cuentos de hadas: el había una vez una princesa en una torre, un dragón y un caballero andante; pero su cuento no es un cuento de hadas, ni Lourdes una princesa a la que se pueda encontrar en el laberinto de México, por más que Francisco la mire al leer sus palabras y hasta pueda verle los ojos en la oscuridad: basta con que escriba que un rayo de luz entra por el balcón para que los ojos de Lourdes se iluminen, basta con encender una lámpara dentro del cuento para apreciar las lágrimas que Lourdes se traga; pero la lámpara no se puede encender sin que se despierte el marido de Lourdes y le eche en cara su falta de consideración, y por eso Francisco pela los ojos en la oscuridad de su cuento y se aguanta con el rayo de luz que entra por la ventana, aunque sea un rayo tenue que no le permite ver las lágrimas que él le supone a Lourdes.

 

Pero la verdad es que ella se ha quedado dormida igual que su esposo, pues el sueño es otro telescopio con el que se asoma a otras vidas: a escenas que se afocan y desafocan sin ningún concierto ni limitación: porque los sueños de Lourdes son superproducciones cuyo elenco incluye cantantes, bailarines, domadores de fieras, seres actuales y futuros; son la región de la simultaneidad donde todo concuerda, el lugar en el que Francisco es un escritor inventado por ella, pues en el sueño de Lourdes, Francisco aparece inclinado sobre un cuento y ella se acerca para leer cómo la ha descrito; pero el cuento que Lourdes lee en su sueño es un cuento en el que ella tiene 20 años y le dice al que desea ser su marido que no, que de ninguna manera, que ella quiere otra tramaLourdes sonríe en su sueño, porque en su sueño tiene 20 años y el coraje para decir no.

 

Francisco cabecea: la madrugada se le vino encima pesándole en los ojos y, aunque desea continuar, pues ha oído que los cuentos deben escribirse de un tirón, definitivamente ya no puede. Sobre la cama descansa Genoveva en paz con su cuerpo y con Francisco que sin ningún cuidado la empuja para meterse bajo las cobijas. Ella se queja, pero no despierta, se gira como si estuviera acostumbrada a los empujones nocturnos, se acomoda en un rincón de la cama y, entonces, comienzan mis problemas: qué hacer cuando todos los personajes de un cuento se echan a dormir? Anotar sus ronquidos?, explorar sus sueños?, saltar a otro párrafo que empiece con la fórmula: “A la mañana siguiente”?, enumerar las posibilidades anteriores?, hacer que uno de los personajes abra los ojos?, despertar, por ejemplo, a Genoveva?, despertarla para que se ponga a leer el cuento de Francisco?

 

No he tenido que hacerlo: ella sola de pronto abrió los ojos, vio a Francisco dormido a su lado, se quitó el pelo de la frente, se levantó de la cama y, con una curiosidad de la que no soy responsable, fue derecho a la mesa en la que se hallaba el cuento de Francisco: lo miró por encima, esparció las hojas y, al leer el nombre “Lourdes”, se detuvo: Francisco fantaseaba con una tal Lourdes, la describía sola en su atalaya, prisionera de un marido imbécil y sin más pasatiempo que un triste telescopio para husmear el paisaje; pero en el cuento también había un escritor parecido a Francisco, que hablaba de su soledad, se dolía por Lourdes y lo hacía en unos términos en los que a leguas se notaban los elementos autobiográficos: la mesa de trabajo, las cortinas corridas, el bolígrafo fetiche y hasta el laberinto de México del que Francisco solía quejarse.

 

¡Cómo era posible que se sintiera solo, que no la mencionara, si acababan de hacer el amor! Genoveva arrugó las hojas, le resultaba imperdonable que Francisco no la incluyera en eso que ella llamaba “tu literatura”, porque a mí sólo me quieres para meterme en tu cama, le dijo mientras lo despertaba, pero no soy importante para ti, cuándo has escrito algo de nosotros, de los ratos que pasamos juntos? Quién es Lourdes? Qué no eres feliz conmigo? Por qué escribes que te sientes solo?, y Genoveva rompió a llorar. Cómo podía Francisco explicar que Lourdes era simplemente una ficción, si por todos medios había procurado volverla verosímil? Se quedó callado: la mujer del telescopio era más real para Genoveva que para él: se materializaba mejor en ese arranque de celos que en su propio cuento. Di algo, exigió Genoveva; pero Francisco, fascinado por el efecto de su historia, no abrió la boca: Lourdes estaba ahí, se había salido de esas hojas para formar un verdadero triángulo amoroso, porque al fin y al cabo Genoveva tenía razón, pues, aunque Lourdes no existiera, existían la nostalgia de Francisco y su necesidad y sus ganas de toparse con Lourdes y, además, era probable que en algún balcón de México una Lourdes estuviera mirando por un telescopio para no mirar hacia atrás, hacia la recámara en la que un marido se pone la corbata para ir al trabajo y espeta dos frases amargas de despedida: “A ver si hoy haces algo… Voy a romperte ese maldito telescopio”.

 

Francisco no explica nada, se limita a sonreír; recoge del piso las hojas de su cuento y el bolígrafo con el que ha mirado más allá de su cuarto y más allá de Genoveva que, furiosa, da un portazo y desaparece convencida de la existencia de Lourdes. Y es que Lourdes tiene que existir, anota Francisco retomando su historia, porque su marido es cualquiera que en este momento, tras una riña matutina, sale de su casa para ir al trabajo; cualquiera que haya amenazado a su mujer con romperle esa posibilidad de fuga que da el telescopio, cualquiera que haya dicho: “A ver si haces algo”. Esa frase que desde hace tiempo no ha dejado de repetir el esposo de Lourdes, pero que ahora, como la gota que derrama el vaso, la ha decidido: entre la calle y el telescopio, Lourdes elige salir, ver de cerca lo que sólo ha mirado desde el balcón, meterse en zigzag por México, perderse por sus calles, encontrarse con alguien.

 

Al llegar al punto anterior, Francisco suspendió su escritura. La certeza de que Lourdes existía fuera de su cuento, pero no por haber salido dando un salto mágico, sino por estricta deducción, le pareció contundente. Ella había dejado el telescopio y él debía dejar de escribrir, dejar de tocarla con el bolígrafo y lanzarse a las calles a buscarla, a las calles que son un laberinto, a las calles torcidas de México con sus vendedores ambulantes y su aire tóxico y su color gris y su incurable aspecto de presidio.

 

Quiero creer que Lourdes y Francisco se encontraron, y lo quiero creer, porque las líneas de inercia de esta historia no me permitieron reunirlos.

 

 

Óscar de la Borbolla (Derechos Reservados)

Sal de ahí – gerardo bloomerfield

HASTA EL ABORTO, BABY

(a modo de prefacio)

 

Leer a Bloomerfield

 

por Luis F.Soto

 

Treinta puntos de sutura, un coctel tranquilizante a base de valium, rohipnol y otros polvos mágicos, son las secuela necesarias de este viaje indescriptible

a través del horror. El ya célebre autor de frescos y antológicos cuentos como “Acabatú” y “Por sus frutos”, nos arrastra esta vez a través de un universo

candente, un exótico viaje por un mundo cruel y desgarrador donde se mezclan el hambre y el sexo. No cansa, no, Bloomerfield nos sigue deslumbrando, sorprendiendo

con el juego de los claroscuros de la propia mente humana y cotidiana. Esa mente que está a un metro, quizás dos de distancia, en la calle o en el mismo

edifico o ciudad donde vivimos. Bloomerfield escarba la grieta, la fisura en la masa neuronal y deja a la vista el abismo más profundo.

 

A partir de “Sal de Ahí”, una historia donde una alacena vacía da tela para el ingenio de una madre perversa en el ejercicio del horror con su propia hija,

punto de partida de una gira descomunal, destructiva, antropófaga en algún punto, pasando por la declaratoria acerca de la mujer, o el experimental y logrado

relato de Espacio Contratado, la prosa poética de Espejo Fundido, en todos los que la muerte, el sexo, la mujer, la paternidad, están en la punta de la

lanza ensangrentada que Bloomerfield clava a diestra y siniestra, horadando, buscando la profundidad en que se agazapa lo prohibido y lo increíble.

 

Su autor –quien sabe porqué extraño designio- me ha condenado a escribir su prólogo (siempre es un honor escribir un prólogo) pero más aún al tratarse

de este libro que tengo entre manos… y entre manos es una forma de decir, ya que está frente a mí en la PC, destilando sangre, rabia, crueldad y un resentimiento

en sus personajes que sólo encontrarán la redención del agobio cotidiano a través del ejercicio del sadismo más descarnado. Personajes que en última instancia

hacen a la propia existencia del autor, casi como para creer que algunos cuentos son parte de su biografía más actualizada. Y el remate final, Los susurradores,

uno de esos cuentos que nos dejan pensando; original, desalentador y surrealista.

 

Creo que hay que inventar un término para definir este estilo, sus temas y la mirada de este hombre: Bloomerfiano, sí, creo que otro no es posible. No

hay nada que defina mejor a Bloomerfield que Bloomerfield mismo. Lo demoníaco frente a él se convierte en un juego de niños.

 

Lector, convendrás conmigo en que este autor no pasa desapercibido. O se lo ama o se lo odia, o las dos cosas al mismo tiempo cuando se lo lee.

 

Y algo más, nunca volverás ser el mismo después de leer a Bloomerfield. He pasado por esa experiencia varias veces. Tu destino se centra en escasas posibilidades

de existencia. O te conviertes en un asesino serial, un suicida, o un sicótico alucinado delirando entre las cuatro paredes de un incendio mientras busca

un bebé, y se encuentra frente a un gorila de dos cabezas.

 

Buenos Aires, medianoche de un domingo de Octubre del 2004

Luis F.Soto

Si el presente libro te agrada, compártelo con tus amigos. Si te desagrada, no olvides enviárselo a tus enemigos.

Gerardo Bloomerfield

 

Sal de ahí

CUENTO EXTRAÍDO DE SU LIBRO “HASTA EL ABORTO, BABY”

 

 

La vieja alacena sin puertas estaba lo suficientemente vacía como para contener todas las ideas que el hambre pudiera parir. Y es que el hambre suele

ser fértil. Casi todas las sensaciones desagradables suelen ser tan fértiles, como estériles suelen ser los placeres.¿No es eso jodido? Las alacenas parecen

mas olvidadas, justo cuando mas se recuerdan…

 

La mamá de Lucy miró a su alrededor mientras algunas gotas de sudor cambiaban de rumbo con el giro de su cabeza: las cortinas de plástico estampado, el

desorden general de la modesta vivienda y maldijo su lugar en la ciudad , en el mundo y ya que estaba, en el universo también.

 

Estaba sentada a una mirada de distancia de su hija, en la mesa desvencijada que ya no soportaba un clavo mas, mientras revolvía aquella taza, la única

que quedaba sana de todo el juego, y dejaba que su hambre diera a luz la idea.

 

Era necesario para levantar el negocio, el humilde negocio. No era necesario que Lucy lo comprendiera, ni siquiera era necesario que colaborara. Ya crecería…

todas crecen, todas se mueren un poco cada día. Las flores.. las niñas…

 

-Ahora quédate quieta….

 

La frase fue una caricia, pero Lucy sintió el dolor elevarse desde su dedo meñique hasta las sienes atravesando su espina dorsal como una especie de electricidad

fría.

 

El palillo de madera, el mondadientes untado en sal fina había sido introducido en su dedito, justo allí entre la carne y la uña y había llegado desde

el lado de adentro casi hasta la cutícula. La madre tomó especial precaución de que la aguda punta de madera no se introdujera en la carne, sino antes

bien, que fuera abriéndose paso, separando la uña de la parte posterior de la yema que debía cubrir, dejándose ver desde afuera cubierto por la uña como

por un cristal.

 

Lucy estuvo a punto de levantarse de la silla, de correr, de gritar….porque llorar no parecía ser suficiente. Las lágrimas no eran ni alivio ni consuelo

ante semejante dolor en su dedo que punzaba como un segundo corazón al contacto de la sal. Pero la mirada severa de su madre la atornilló a su asiento.

 

-No es necesario que lo comprendas… ni siquiera que colabores. Solo quédate quieta que aun faltan cuatro dedos mas en esa mano. Y cuatro palillos mas…

por ese dedo….

 

Y volviendo su atención a la manito de su hija contempló con qué destreza había logrado meter la mitad del pequeño palillo untado de sal entre la carne

y la uña. Ni una manicura lo habría hecho mejor, aunque las manicuras claro esta no se dedican usualmente a meter astillas de madera bajo las uñas de los

clientes. La mama de Lucy tampoco… pero era necesario, esta vez era necesario.

 

Tomó otro de los palillos que reposaban en la taza de agua salada, y se dispuso a repetir la operación en el dedo anular.

 

-Este solo lo usarías en caso de casarte cuando te colocan una argolla ahí a cambio de la argolla que tienes entre las piernas… pero vas a terminar

cogiendo por el culo antes de los 14, como yo y tu abuela antes de ti… y ningún hombre se casa con una mujer que tenga el culo cogido… No en serio

al menos.

 

Y le hizo un guiño cómplice, esperando que la niña se riera.

 

Pero no se rió. Se quedó hundida en su vestidito color rosa como si la silla la fuera a tragar de un momento a otro, mordiéndose el labio inferior de

dolor.

 

Tal vez su mamá se sintió frustrada de que la nena no comprendiera el chiste, así que levantó la uña con uno de sus dedos y allí donde uña y carne se

abrían como una boca a regañadientes, introdujo aquella astilla de madera puntiaguda, la segunda, bruscamente, mientras acto seguido golpeaba con la mano

cerrada desde arriba y hacia la mesa, a modo de martillo para afirmar la áspera y salada espina dentro de la carnosidad.

 

Ahí si , Lucy no pudo mas y se levantó gritando convulsivamente sacudiendo su manito. Pero su mamá era rápida para mover las manos también, y el sartén

que estaba encima de la mesa, vacío y sin uso desde hacia varios días, pronto fue a parar a la cabeza de la pequeña.

 

¡TRONK! (y el metal quedó vibrando como una campana)

 

-¡Quédate sentada ahí niña! No es necesario que lo entiendas ni que ayudes, solo quédate ahí…

 

Lucy se rascó la cabeza donde había recibido el tremendo golpe totalmente aturdida, pero al hacerlo uso la mano donde ya tenia dos palillos de madera

clavados por debajo de sus uñas, sintió el arañón de aquellos palillos punzantes en su cabeza, los sintió enredarse en sus rizos… y al rascarse la madera

se partió levantando las uñas en el proceso y arrancándolas de cuajo.

 

Su madre se puso fuera de si.

 

-¡Maldita idiota! Con el trabajo que me dio meterte esos palillos sin que se rompieran, vas y te los arrancas… ahora deberemos volver a empezar pero

con la otra mano…. NO espero que lo entiendas hija. Tampoco que me ayudes. ¿Es tanto pedir que te quedes quieta cinco minutos, como cuando Godofredo

te tocaba entre las piernas?

 

La niña recordó a Godofredo. Había sido su papá por 72 horas. Y si.. solía quedarse inmóvil mientras el analizaba esas partes que otras niñas decían que

no se debían mostrar. A cambio le daba dinero a su mama. Pero Godofredo no le produjo dolor. Y en cambio ahora lo sentía…

 

El dolor..

 

Se puso a llorar. Si solo pudiera complacer a su madre, si solo pudiera disfrutar del dolor.. ¡o si pudiera no sentirlo! Ella no quería comprender a su

madre, tampoco ayudarla. Pero quería complacerla.

 

Se acercó tímidamente, con esa sonrisa de sol bañada por las nubes de sus lágrimas bajo su cabello rubio como el trigo maduro que coronaba su vestidito

rosa. E intentando sonreír extendió su manito virgen, la izquierda a su mamá y le dijo:

 

-Me sentaré y me quedaré quieta jefa pero ya no me pegue con el sartén….

 

Cuando lo dijo, mama ya estaba poniendo sal y agua en la taza de té….

 

* * *

 

En la colonia había muchos puestos de comida. La competencia era feroz. Y todos habían comenzado hacia años a buscar la forma de destacarse para atraer

clientes.

 

La puta del puesto 14, directamente atendía desnuda el carrito. Entonces la gente lo conocía como el carro donde la dueña atendía desnuda…y mas no fuera

para verle las tetas, se acercaban. Pero pronto muchos la imitaron y ya paso desapercibida.

 

Entonces apareció la Gladys, que por cada orden de tacos que servía metía la mano en el aceite hirviendo , la cual se le ampollaba horriblemente. No pocos

clientes iban a ver exclusivamente ese espectáculo, pagando la comida solo por mero trámite.

 

Pero luego otras cocineras comenzaron a untarse grasa ardiendo en la cara, y no pocas a cortarse trozos de dedos con las hachas de picar carne.

 

Era difícil encontrar algo que llamara la atención de la multitud de gente que caminaba perdida por la calle 9, la calle de los puestos de comida.

 

Pero aquella mañana el puesto de la mama de Lucy estaba lleno a rebosar, no solo vendió todas sus existencias de carne con su correspondientes sodas,

sino que hasta recibió propinas suficientes para comer un mes. El sartén, ya tendría uso… y la alacena, dejaría de estar vacía.

 

Sonrió satisfecha mirando a uno de los clientes que ni bien terminar su carne le dijo con cara de ansiedad morbosa:

 

-Disculpe… ¿un palillo para limpiarme los dientes?

 

La madre de Lucy sonrió, dirigió la vista a su hija haciéndole señas de que extendiera donde le iban quedando. Algunos clientes groseros levantaban de

a mas de un palillo para arrancar la uña de raíz y sentir el chasquido seguido del llanto agudo de aquella niñita rubia que se mordía el labio inferior

ocultando la carita detrás de los rizos.

 

-Sírvase…salados con sal fluorada para prevenir la caries.

 

La madre de Lucy era servicial, y exitosa. Es que no solo es importante satisfacer a un cliente, sino hacer dinero a costa de él. Cuidar la salud de sus

dientes era un premio extra, pensó la buena mujer escuchando el alarido de Lucy que hacía equilibrio parada en una sola piernita, mientras se quebraba

al medio la uña del pulgar de su pie ante el arrebato de aquel hombre.

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Reseña del Taller de Escritura Creativa del viernes 01 de Febrero

Primer viernes filosófico literario en la  Biblioteca Juvenil BUAP

Indispensable en un taller de cuento definir, al menos en cierto grado, lo que el cuento es o representa. En general, definimos al cuento como la narración de una historia ficticia representada por personajes, bajo un cierto escenario, que desarrolla cierta trama y bajo una línea argumental exclusiva.

 

Respecto a los diversos tipos de cuento, hablamos de algunas características cuantitativas del relato corto, ubicándolo entre la una y media  y las siete cuartillas, siendo estos los parámetros más utilizadOs en las actuales convocatorias de cuento. El microrelato fue situado alrededor de la media cuartilla, y el nano relato desde –incluso- las cinco palabras.

 

En el primer caso se analizó someramente el relato de Edgar Alan Poe “Gato Negro”; en el caso del microrelato leímos “Amanecer Zombie”, y finalmente tres ejemplos de nanorelatos (incluído el célebre “Dinosaurio” de Monterroso), y uno más creado por un integrante del taller.

 

En cuanto al carácter literarrio  de estos tres géneros, sólo se puso en duda la literaturidad del tercero, pues la brevedad de la narración no siempre cumple con tres de los aspectos clásicos necesarios para la elaboración de un cuento, a saber: introducción o planteamiento, nudo y desenlace.

 

A la luz de este esquema básico de relato, se inició una discusión en torno a la “libertad” del escritor y su responsabilidad con la palabra. Para ello iniciamos una actividad en torno a una lista indeterminada de palabras, eligiendo un par de ellas para crear algunos nanorelatos a contrarreloj. El resultado fue genial. La calidad de los escritos de cada uno de los participantes marcó el camino hacia el taller del próximo viernes 08 de febrero, donde discutiremos a fondo diversos aspectos filosóficos que unescritor debe tomar en cuenta hacia la creación de sus propios relatos, así como una gran diversidad de ejercicios y técnicas de escritura, análisis de cuentos y algunos conceptos de teoría literaria.

 

Si quieres participar con nosotros, no dudes en acudir al área juvenil de la Biblioteca Central Universitaria, todos los viernes de 17 a 18 horas. Mayores informes al correo: arturocerdan@gmail.com

O directamente en:

Biblioteca Central Universitaria

Dirección: Av.de las Torres y Boulevard Valsequillo

72000 Puebla de Zaragoza. México.

Tel: 229-55-00 Ext: 2933

Correo electrónico: bibliotecas@correo.buap.mx

http://www.bibliotecas.buap.mx

Responsable: Mtra. Karina Díaz López: Karina.diaz@correo.buap.mx

 

 

ACTIVIDADES DEL MES DE FEBRERO

Video

BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
BIBLIOTECA CENTRAL UNIVERSITARIA
VIERNES LITERARIOS Y FILOSÓFICOS EN LA BILBIOTECA JUVENIL

¿Quieres escribir un cuento pero no sabes cómo hacerlo?
¿Tienes una idea genial, pero no sabes cómo llevarla al papel?
¿Qué necesitas para empezar a escribir?
Te invitamos al primer “Taller de escritura creativa” organizado por la Biblioteca juvenil, en donde podrás resolver estas y otras dudas a través de guías prácticas para iniciar tu primer cuento, donde todo está permitido, sin críticas ni exámenes aburridos, y donde el límite es sólo tu creatividad.

Requisitos: Ser Chica o chico que tenga sobre los hombros una cabeza que sueñe, que piense y que imagine todo tipo de cosas, y que esté dispuesto a correr el riesgo de convertirse en un escritor profesional.

Actividades del mes.

Viernes 01 de febrero.
Introducción al cuento.
¿Qué es un cuento?
Cuentos chiquitos, cuentos grandotes, cuentos muy chiquitos, cuentos muy grandotes.
Partes de un cuento: empieza por donde te dé la gana.
Ojos de escritor: nunca más volverás a ver igual a tu perro.
Cuentos de la vida diaria, tus primeras letras como escritor.

Viernes 8 de febrero.
Las herramientas del escritor.
¡Mamá, apaga la licuadora! ¿En dónde escribir?
Tu nuevo amigo, el bloc de notas.
¿Lápiz en la oreja o procesador de textos?
Ser escritor, o el arte de volverse completamente loco.
Juegos con palabras. Escribir no es otra cosa que jugar.

Viernes 15 de febrero.
Recursos para escritores.
El mundo tras la mirada de una mosca.
Tu pluma, tu estilo, tu individualidad.
No se me ocurre nada más. Guía práctica para escapar de los baches narrativos.
Desarmando cuentos; hora de sacar el microscopio.
Innovar o no innovar; he ahí el dilema.

Viernes 22 de febrero.
Tu primer cuento.
Bla bla bla: los diálogos.
El hombre “invisible”: el narrador.
¿Cómo sabes que has terminado?
Llorar, reír, gritar o salvar al mundo: elige tu género favorito.
Tu primer compendio de cuentos.
¿Puedo hacer cómics con mis cuentos?
¿Tienes preguntas? Yo también. Preguntémosle a un escritor de carne y hueso.

 

 

 

Estaremos todos los viernes de 17:00 a 18:00 en la Biblioteca Juvenil de la Biblioteca Central Universitaria. Sólo trae un cuaderno y tu primer lápiz de escritor.

 

Costo: 00.00mn. (Cero pesos con cero centavos moneda nacional)

 

Más informes al correo:
arturocerdan@gmail.com

O directamente en:
Biblioteca Central Universitaria
Av.de las Torres y Boulevard Valsequillo
72000 Puebla de Zaragoza. México.
Tel: 229-55-00 Ext: 2933

Correo electrónico: bibliotecas@correo.buap.mx
http://www.bibliotecas.buap.mx